Seguidor@s Apasionad@s...
Jessicα Bαrrerα Mαrquez
Promesa marchita.
-Escúchame... jamás, por nada del mundo, te involucres con esa familia, porque de lo contrario entonces yo estaré muy molesta contigo y no te lo perdonaré. Eso es lo único que te pido... No te enamores de la perdición. No cometas mi mismo error.
Despues de expresar esas palabras tan malditas llenas de rencor y odio, mama murió en un impalpable respiro.
Siempre había seguido aquella única regla a la perfección durante toda mi historia. Todo de acuerdo a mis expectativas, nada iba en desacuerdo al plan. Hasta que llegó ese melódico día. Cuando lo vi entrar por la puerta del salón, codicioso y extravagante, fue ahí cuando supe que mi mala suerte iba vestida de gala y belleza exótica. Sin embargo no importó, me mostraría neutra ante cualquier situación.
-¡Presidenta!, de nuevo el se ha metido en problemas. - Dice el tesorero de la clase muy abrumado. Su expresión es indescriptible.
No se encuentra de este modo por el hecho de la gravedad del problema en que Alexander se ha metido, sino porque no es la primera vez que hace lo mismo. Siempre volviendo con un conflicto diferente y aun mayor.
-¡¿De nuevo?! ¡Es la cuarta vez en la semana! - Le contesto exaltada.
No me sorprende la rapidez en la que él se mete en complicaciones, tampoco por el tipo de sanción que tendré que ponerle, sino porque es como si no le importara para nada romper con las reglas. ¡Alexander es una persona incierta y no puedo mantenerlo apartado de los problemas!
-¡Pareciera como si le gustara estar sancionado! - Me responde el tesorero cansado. Está en todo lo cierto.
Pero hay un inconveniente...
-¡Hola Rosset nos vemos de nuevo en nuestra cita frecuente!
Alexander hace su esperada aparición con el uniforme y el cabello alborotados, dejando a la vista esos enormes ojos avellana. Se apoya contra el escritorio y en un suspiro calmado sonríe coquetamente, tal y como siempre suele hacer.
-¿Cuántas veces tengo que aclararte que esto no es una cita? Tienes que dejar de meterte en tantos líos. ¿Qué pasa contigo?
Tengo que mantenerme firme. Le digo esto mientras me levanto con furia y calidez de la silla del escritorio, intentando de todo para no embriagarme con esa sonrisa y esa mirada, tratando no sonrojarme con esas palabras. Es como si supiera siempre que hacer.
La persona de la que estoy enamorada...
-Lo seguiré haciendo hasta que aceptes salir conmigo.
Extiende su mano hacia a mí para aceptar su invitación, pero lo rechazo. Por más que quiera tomarla, mis sentimientos no importan. Soy la presidenta del salón y debo mantenerme firme y correcta ante todo.
-Tú eres...
Ya es tarde, las palabras han huido de mi boca y la coherencia se esconde de mi razón.
Es uno de ellos.
-No entiendo porque no quieres estar cerca de mi… no te he hecho nada malo, jamás te he herido y nunca lo haré. – Dice Alexander.
Esta vez está completamente serio. Me sorprende como puede tener diferentes estados de ánimo en tan solo un instante. La rapidez con la que puede pasar de un estado coqueto a serio.
-La palabra nunca no existe. Y para ser sincera… no tengo interés de que te mantengas a mi lado… - Tenia que negarlo, por más doloroso que fuera – y tampoco quiero que estés cerca de mí.
-¿Por qué no? De ese suceso han pasado años. Algún día tendrás que superarlo.
El no se ha exaltado jamás cuando está conmigo. Siempre mantiene sus palabras con el mismo tono tranquilo, bajo y moderado.
-No. Ten por seguro de que no lo haré.
Aquellas palabras intangibles me siguen sigilosas a cada paso. Como una sombra implacable recordándome esa promesa lejana que se ha empezado a marchitar con el tiempo, dejando un profundo y desgarrador abismo de dolor en mi alma.
-Yo no soy como ellos -. Asegura con tranquilidad.
-¡No mientas! ¡Toda tu familia y todas sus generaciones son igual de crueles! ¡No tienen sentimientos y son unos demonios! ¡Entiende de una vez que no tengo ni la menor intención de formar parte de ustedes! ¡No quiero hacerlo!
Estoy al borde de la locura, y me acerco más con cada frase.
Para mamá fue fácil ponerme aquella condición. No se dio cuenta de lo mucho que me haría daño su rencor. Ella jamás aprendió a perdonar, no ha ellos.
-Rosset…
Corro lejos de él, de sus miradas, de sus tratos amables y actos de cortesía. Solo corro hasta alejarme lo más posible de ahí, o mejor dicho huyo sin remedio, pero no importa cuánto me aleje, su esencia y olor están por toda mi ropa.
Quiero cometer mis propios errores, quiero descubrir lo que es el verdadero dolor aun estando avisada y buscar el pequeño rayo de luz entre la neblina.
-¿Por qué no puede entenderlo?
Me digo en voz alta, porque ni yo misma lo entiendo. ¿Por qué no puedo acercarme a el?
¿Por qué me lo pregunto? Se cual es la respuesta.
Pero aunque yo los perdone, yo no obtendré el perdón de mi madre. Estoy completamente sola y no sé qué hacer.
-¿Por qué no puede ver el daño que me hace con tan solo tocarme?
No estoy triste, en realidad estoy molesta, muy enojada y sonrojada. La peor combinación posible para alguien que quiere estar en calma, alejada de los problemas.
Problemas… El es problemas, los problemas son él y siempre los problemas vienen a mí. El siempre viene a mí.
Si algún día decidiera formar parte de esa familia, la familia de aquel joven que jamás le hizo caso alguno – a pesar de que ella sabía que él jamás se interesaría en ella-, la causante del dolor y sufrimiento de mi mamá, la culpable de su muerte; ella me odiaría.
-Buenos días Rosset. - Alexander se acerca galante con una mirada curiosa y una flor roja entre las manos.
-Oh… buenos días… - Le respondo distante.
Me siento… feliz porque el aún me habla, pero… aliviada porque no se ha olvidado con tanta facilidad de mi como yo había pensado. Quiero que se aleje lo más posible así esa presión en mi pecho probablemente desaparecerá y esas melosas mariposas volarán libres por el mundo sin hacerme sentir esa sensación de confusión y bienestar, pero no quiero que se olvide de mí nunca. Que egoísta soy, lo peor es que no me importa.
-Te ves preciosa hoy… debe ser porque a diferencia de otros días… hoy es tu cumpleaños. – Dice al tiempo en que me extiende la mano para acompañarlo al tejado de la escuela.
Se acordó. Una parte de mi ser, la parte que se esconde asustada de la promesa que hice, esperaba que el dijera eso.
-¿Por qué me tratas así? - Le digo.
Soy muy mala para pensar en mi mente. De alguna forma lo que debería quedar solamente en mi corazón sale al exterior sin ninguna pena.
-¿Ah? – Me responde confuso.
-¿Qué no te importa el hecho de que odie a tu familia? ¿No tienes respeto por ellos? Seguramente te han dicho que tú tampoco te acerques a mi familia.
-Asi es. No me importa que odies a mi familia, realmente yo también pienso que lo que sucedió con tu madre y el fue del todo insensible, es por eso que yo no quiero seguir sus pasos. Les tengo respeto, pero no dejaré que controlen mi vida, aun despues de muertos, yo soy quien decide que errores cometer.
Aun despues de muertos… Se me había olvidado lo tonto que podría ser el hecho de que alguien controlara tu vida aun si su esencia no se encontraba en este mundo.
-¿Errores?
-Ellos por lo menos tuvieron la oportunidad de cometer ese error, pero nosotros ¿Por qué habríamos de pagar los daños que ellos cometieron?
Mi frío corazón comienza a ceder ante esas palabras que aunque parecen auténticas y dulces… están envenenadas del todo.
-Simplemente olvídate de todo lo que ha sucedido. Si sabes cómo terminará – en desastre – entonces ¿para qué intentarlo? – Le digo segura.
-¿Por qué olvidar lo que te hace completamente feliz? – Me dice confrontándome.
-¿Y por qué no? – No dejaré que él me gane.
-Porque… - Me sujeta con fuerza entre sus brazos. ¿Qué le sucede?
Este beso es… un pecado para la promesa que un día hice, pero… no me importa en lo más mínimo. No voy a caer en sus trampas y engaños ponzoñosos, sé que es lo que Alexander pretende, sin embargo…
Quiero encontrar yo misma el antídoto para el veneno que ahora estoy vertiendo dentro de mi cuerpo.
-Me gustas presidenta.
La palabra gustar es poderosa. Cuando alguien te dice eso, te sientes… hermoso, intenso, y ansioso por recibir más halagos preciosos como esos.
-Yo… Yo te odio maldito inútil.
El sabe perfectamente que significan estas palabras. Me sonrojo sin más no puedo mantenerlo oculto.
-Eres muy inteligente Rosset.
Me sonríe de esa forma tan arrebatadora. Mis sentimientos se encuentran tan purificados que no quiero que esa sensación desaparezca.
-Y tu un estúpido caballero falaz.
Me encanta esta sensación de felicidad divina. Me encantan sus palabras. Me encanta todo lo que le rodee.
He sido cautivada por él y no me importa no obtener el perdón. Terminé enamorándome… de mi propia perdición.
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