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Music♥

Jessicα Bαrrerα Mαrquez

Hey!, hoy cumplo xv años... eaa eaa, fiiesta!!, peroo buueno, aqii les dejo una linda historia!


Gotas de lluvia.


La casa estaba totalmente en calma, silenciosa, a excepción del sonido del piano que flotaba en el aire, proveniente de mi viejo gramófono. La sonata que se reproducía era el “Prelude Nº 15 en Db major de Chopin”, más conocido como “Raindrops”, que significaba “Gotas de Lluvia”
-Gotas de lluvia… como aquel día.-susurré.
-¡Abu Nadia, abu Nadia!-dijo de pronto una hermosa niña de 6 años mientras corría hacia mis piernas-¡George me quiere tocar con su mano llena de mocos! ¡Dile que pare!
-¡Es mentira, es mentira!-respondió este, dos años mayor que su hermana tras ella-¡Sólo me he rascado la nariz!
Sonreí.
-Niños, ¿Por qué no escucháis esta música en vez de armar tanto jaleo? Si seguís así la abuela no os dará caramelos hoy.
George miró a Aurora, y a su vez ella le miró a él.
-Preferimos escuchar un cuento de los tuyos.-dijeron con una enorme sonrisa en sus rostros.
-¿Ah, si? Bien… pues os voy a contar una historia de amor muy bonita que se desarrolló aquí, en Mallorca.
-¿Amor?-Dijo Aurora con emoción.
-¿Amor?-Repitió George con desprecio.
-Escuchad: Había una vez, hace ya muchos años, aquí en Mallorca vivía una hermosa jovencita de ojos claros y cabello moreno,-los dos chiquillos se sentaron y cruzaron las piernas, dispuestos a escuchar de principio a fin la historia- veréis, ella era muy feliz con sus padres, pero necesitaba salir de la isla, había pasado aquí atrapada sus últimos 21 largos años de vida, y su sueño era viajar a otros lugares, conocer gente y encontrar el amor. Y pensó que aquí jamás hallaría todo eso. Por muy mayor que fuera ya, no podía marcharse, pues ella pertenecía a una clase social muy alta, y una muchacha sin saber apenas cómo era el mundo allá fuera no podía irse de viaje sola. Así que se desahogaba en su habitación tocando en su gran piano blanco nocturnos y preludios de su compositor favorito: Frédéric Chopin.
Un día de lluvia, ya a mediados de diciembre, mientras ella tocaba el piano, alguien llamó a la puerta de su gran mansión. Las criadas con desgana caminaron hacia la entrada, y cuando vieron a aquel hombre desgarbado, con barba y empapado, dudaron de si dejarle entrar o no. Fue gracias a la joven que le dejaran pasar allí la noche, curiosa por el inesperado invitado. Pero al día siguiente, el pobre hombre no podía ni abrir los ojos de su cansancio, tosía y su respiración era pesada, pero no anormal. Decidieron acogerlo hasta que se recuperase. Varios días más tarde, cuando el joven comenzaba a hablar, los padres de la muchacha le hicieron cientos de preguntas, ya que no sabían nada de él y tampoco si era seguro tenerlo alojado o no. Poco pudieron averiguar, sólo que su familia le había rechazado y no tenía a dónde ir, llegó hasta aquí en un pequeño barco turístico haciéndose pasar por un empleado, y a la pregunta sobre el estado de su salud él sólo respondió que tenía un catarro por culpa de la lluvia del otro día…
Pero el joven, a medida que pasaban las semanas, adelgazaba más y más, tenía horribles sudores y tos continua. Los padres empezaron a evitar entrar en el cuarto lo menos posible, por miedo a que alguien se contagiase.
-¡Oh! Pobre hombre,-dijo Aurora- seguro que lo pasó muy mal.
-La verdad es que sí,-respondí- su vida nunca fue fácil.
Una noche de enero, la joven entró en el cuarto de invitados, justo donde se hallaba el extraño visitante. Intrigada por su pasado, decidió hacerle un pequeño interrogatorio; él aceptó, pues se lo debía tras haberle salvado la vida aquella tarde lluviosa de diciembre, aunque con una condición: que no le contase nada a nadie. Ella accedió. Tras varias preguntas no demasiado importantes, la muchacha sin más rodeos le preguntó por qué su familia le había rechazado, qué era aquello tan malo que había hecho para que sus propios padres le desterrasen de su hogar. Y él le respondió “contraer la tuberculosis”
-¿Qué es “tuboculisis”?
-Tuberculosis, una enfermedad, George, la gente creía que se contagiaba por el contacto de aquellas personas que ya la tenían. Pero lo cierto es que no es así.
La muchacha no creyó que una familia dejase marchar a un miembro de ésta por una estúpida creencia, que para desgracia de muchos, era lo que todos pensaban. Todos menos ella. Sus padres se negaron en su día llamar al médico para que le examinasen, pues la visita costaba dinero y no consideraban al invitado un ser importante. Esto enfureció a la joven. Así que, como llevaba tiempo enamorada de él, y él de ella, decidió cuidarle. Ambos se conocieron más a fondo, la joven descubrió que a él también le fascinaba la música de Chopin, sus nocturnos y preludios eran sus preferidos, al igual que a ella. Dijo que, de pequeño, un amigo de su padre le dio clases de piano en Polonia, y que más tarde, por problemas familiares, tuvo que marcharse y abandonar su país natal, él era un crío y no sabía lo que ocurría, pero se lo llevaron aquí, a España. Se quedó hasta ahora, pero por culpa de la enfermedad, tuvo que volver a dejar lugar que amaba, a su familia, y a su amigo más fiel: su piano. Cada día él se encontraba peor, pero luchaba con valentía contra la enfermedad, porque sabía que ahora tenía a alguien más noble y fiel que la familia, y que nunca le abandonaría. La muchacha hizo instalar su piano blanco en la sala de invitados, y allí, cada tarde, ella tocaba una pieza diferente de Chopin solamente para él, para su amado. Un tiempo más tarde, los padres empezaron a preocuparse y a temer por la salud de su hija, y le prohibieron visitar al enfermo. Ella se negó en rotundo a obedecer una regla tan egoísta y cruel, y harta de su incapacidad de decidir y no tener voz en aquella casa, cogió a su amado y se lo llevó a un pequeño monasterio, en busca del refugio de los monjes que allí habitaban. Por suerte, les acogieron con mucho gusto entre sus muros, y les asignaron una celda bastante amplia para ellos dos solos, donde desde el pequeño ventanal se veía el mar. El muchacho comenzó a mejorar su salud desde la llegada al monasterio, pero cuando ya podía andar por si mismo y dar paseos, el tiempo lo arruinaba siempre… y así estuvieron dos meses, los padres de la joven no aparecieron en todo este tiempo por allí, suponiendo que su hija y su compañero ya habrían muerto a causa de la enfermedad, aunque tampoco le importaba mucho lo que hiciesen sus padres, nunca comprendieron sus sentimientos y no eran todo lo amables que ella habría querido que fueran siempre.
Los días en la Cartuja eran largos y pesados, y se hacía notar la ausencia de las notas del piano. Ella también comenzaba a encontrarse mal, a falta del descanso y la alimentación, pues se entregaba las veinticuatro horas del día al cuidado de su amado. Él no podía agradecerle todo aquello que hizo y hace por él, pero deseaba más que nada en el mundo tocar su pieza favorita: Raindrops.
Desgraciadamente no había ningún piano, así que, hartos del silencio, ella encargó que le trajeran su piano blanco que estaba instalado en el cuarto de invitados de su mansión. 15 días más tarde había un hermoso instrumento de cuerda de color blanco situado frente al pequeño ventanal. Durante este tiempo su amado empeoró como nunca, era ya marzo y la época de lluvias aún no había cesado. Respiraba entrecortadamente, tosía sangre, y sus sudores eran más angustiosos que nunca. Ambos sabían que no viviría mucho tiempo más.

Una pequeña lágrima recorrió las arrugas de mi cara.
-Abu, no llores, seguro que en el último momento se salva, ya verás.-dijo Aurora.
-Sí-respondió George-como en las pelis, ¡Siempre pasa!
Les sonreí, siempre amé la inocencia de los niños y su capacidad de ver las cosas siempre por el lado positivo.
Me sequé la cara y continué.

Desde que el piano estaba en la celda todo parecía más alegre, incluso el muchacho parecía recobrar la sonrisa cuando su amada tocaba cualquier pieza de su compositor favorito. Pero, pese al piano y al comienzo del buen tiempo en aquel lugar, el joven se iba desvaneciendo poco a poco hasta que una tarde, a principios de mayo, mientras su ella tocaba el “Nocturne Op.9 No.2” de Chopin, él, en un leve susurro que ella oyó perfectamente, le pidió que le acercara el piano a su cama. Ella lo hizo con ayuda de dos monjes, el joven se sentó en el borde de la cama con la ayuda de su amada y comenzó a tocar “Raindrops”
Unos segundos después de acariciar las teclas del piano, empezó a llover… El sonido del piano y de la lluvia creaban una perfecta armonía, ella jamás olvidaría aquel momento, lloraba de alegría, era el mejor regalo que le habrían podido hacer. Cuando él acabó, volvió a echarse en la cama, la besó, y le prometió que siempre estaría con ella junto a esas notas de lluvia. Después, cerró los ojos, y después tan sólo se oyó el eco de la melodía del piano y el sonido de las gotas de lluvia chocando en el cristal de la ventana.
Contuve mis lágrimas como pude.
-Abu…-comenzó Aurora- ¿Cómo se llamaba aquella chica?
Bajé la cabeza hacia ella.
-Nadia.

1 comentario:

Carmen:) dijo...

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